APUNTES

APUNTES PARA UNA CONFERENCIA IMAGINARIA (marzo 2012)


(Incidir en las palabras en negrita, proponiendo ejemplos conocidos y citas)

En los años 60 empiezan los ataques contra la rigidez de las instituciones por demasiado opresoras e inhibidoras de la libertad, la imaginación y la cultura. La izquierda occidental ataca:

• En la URSS: los planes quinquenales, la cultura dirigida, la burocracia, la planificación del consumo.

• En Occidente: Las grandes empresas (multinacionales), la familia tradicional, el sistema educativo, los Estados mastodónticos que imponen y controlan hasta los aspectos más personales del individuo.

Se pensaba que con instituciones más flexibles y cambiantes aumentaría la democracia, la libertad (y la imaginación) y la solidaridad (y el amor) por la vía de un mayor acercamiento y conocimiento del otro. El contacto y el debate permanente dentro de agrupaciones y pequeñas comunidades producirían una sociedad más justa y democrática. GRAN EQUIVOCACIÓN. Efectivamente el mundo fue por ahí: la URSS ya no existe y las instituciones de los 60 no se parecen a las actuales, están fragmentadas tras muchos años de desregulación y supresión de controles. Pero el resultado no está siendo mejor. Veamos la evolución a grandes rasgos:
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Características de algunas instituciones del CAPITALISMO SOCIAL (desde 1900 hasta 1973, crisis del petróleo)

• LA EMPRESA: Tiene aspiración integradora, tiende a absorber todos los procesos productivos. Es casi autosuficiente: desde la materia prima al producto acabado. En consecuencia alcanza grandes dimensiones. El ideal del empresario es una especie de modelo militar: jerarquías bien definidas donde cada uno sabe cuál es su función. Las comunicaciones internas (que están sujetas a interpretaciones en su paso de un nivel a otro) y los controles se realizan por personas (subjetividad relativa). Los trabajos repetitivos y rutinarios de los niveles más bajos producen embotamiento mental y físico (como ya lo advertía Adam Smith). El empresario (una especie de general campechano) cree en la motivación de sus empleados y se aplica en ello vía retribuciones, ayudas (comedores, guarderías, transporte, etc.) y otras de tipo sicológico (prestigio, expectativas de ascensos, formación específica, etc.). Aunque hay una gran distancia entre el obrero de base y el dueño, los obreros sabían quién era y sentían que éste estaba a su altura, que se dejaba ver. Muchos empleados no conocían otra empresa en toda su vida laboral. El concepto de deslocalización era casi desconocido. Los productos debían durar muchos años. Para reducir costes el modelo fordista profundiza en la división del trabajo y la especialización. Los métodos de Taylor (psicólogo industrial) le ayudan con el control exhaustivo de procesos y tiempos. En resumen: todos los estamentos participaban de la visión a largo plazo aunque sufrían de excesivas rigideces y encorsetamientos debidos a esos controles y a la generalización de una creciente burocracia para mantener la estructura jerárquica. Con frecuencia el capitalista estaba entrelazado con los gobiernos y otros poderes políticos.



• EL MERCADO DE TRABAJO: Los Sindicatos, fuertes y estables, consiguen importantes mejoras como horarios, vacaciones y descansos, edad mínima de acceso, etc. En algunos países se consigue implantar el salario mínimo. Las oficinas de empleo y los medios de comunicación son los portales habituales para encontrar empleo. Las empresas absorben la oferta de trabajo a medida que incrementan sus dimensiones. Normalmente, los niveles más bajos del proceso productivo son ocupados por obreros sin cualificación (la mayoría procedentes del medio rural o inmigrantes). En España a veces se utilizaba la palabra “colocación” en lugar de empleo por el matiz de permanencia y durabilidad que aquella tiene. Se aspira al empleo de por vida, lo que implica lealtad hacia la empresa y merma de la conflictividad. La mayor rigidez estaba en la escasa o nula movilidad interna, debido a la potente estructura jerárquica. El empleado, a menudo, tenía que resignarse a su puesto de trabajo actual o cambiar de empresa. En cualquier caso, tanto para ascender como para salir de la organización los principales criterios eran los ligados al mérito y a la antigüedad.





• LA EDUCACIÓN: Es concebida como una responsabilidad de todos: la familia, los amigos (el entorno), la escuela y, el propio individuo que, 1º) no quiere hacer el ridículo con su ignorancia, y 2º) está convencido que tienen más posibilidades de triunfo quienes más saben. La familia y el entorno educan, la escuela educa e instruye. Los fines y las responsabilidades están bien definidas. El acceso a la educación superior (universidades) es difícil y costosa (menos del 2% de las personas menores de 50 años tienen educación universitaria). Las materias que deben aprenderse son muy genéricas (en EEUU se decía que en sus escuelas se aprendía a aprender), reservándose la instrucción específica para obtenerla en el puesto de trabajo mediante cursos reglados o por los compañeros que, normalmente, son complacientes en transmitir sus experiencias y errores. La experiencia es un valor aunque, en contrapartida, constriñe la imaginación y restringe la libertad innovadora. En los países orientales se busca el equilibrio entre tradición y modernidad.

• LA FAMILIA: Es el núcleo que da cobijo, amparo y educación. Suele ser amplia (a menudo conviven tíos, primos o abuelos bajo el mismo techo) aunque hay un claro proceso reductor a medida que crecen las ciudades y aumenta el nivel de renta. Dentro de la familia no suele haber secretos, todo el mundo habla y se desfoga de los sinsabores e “injusticias” de su lucha diaria en el trabajo o la escuela. La familia asume así una función terapéutica. La mujer se incorpora aceleradamente al mundo laboral a medida que hay una toma de conciencia general sobre sus derechos, impulsando de esta forma los diversos inventos de utensilios y electrodomésticos que le permiten ganar tiempo en sus trabajos domésticos (la correspondiente incorporación del hombre a las responsabilidades domésticas se producirá más tarde). El matrimonio se concibe como un compromiso duradero (muchas veces de por vida). Ese proyecto sólo se rompe por causas fuertes (al margen de lo que ocurre entre artistas y celebridades) y deja siempre una convicción de fracaso muy difícil de superar. Es otro ejemplo de rigidez estructural de la época.



• EL ESTADO: Con la creciente supremacía de EEUU, el mundo occidental (sin la URSS) se hace cada vez más democrático a pesar de los intentos en contra de algunos estados europeos (Alemania, Italia, España). También se hace más grande (en contra de los deseos de los liberales y conservadores) para asumir funciones que irán configurando el llamado “estado del bienestar” a partir de mediados de los 40. La aplicación de las políticas económicas inspiradas en las enseñanzas de Keynes conlleva un pacto (no escrito en un único documento) con las fuerzas sindicales por las que éstas aceptan que el grueso de sus reivindicaciones vayan ligadas a los aumentos de productividad a cambio de que los estados incrementen la regulación y control de la economía, especialmente de las grandes empresas. El estado se convierte en garante de los servicios básicos (educación, sanidad, jubilación, etc.), con lo que las políticas fiscales pasan a un primer plano y, en consecuencia, la burocracia se desarrolla extraordinariamente. Los avances hacia el principio ético de igualdad y el miedo a una nueva conflagración mundial entre los dos bloques antagónicos (mercado contra economía planificada) mantienen a los ciudadanos temerosos pero esperanzados en que sus proyectos de vida darán sus frutos en las siguientes generaciones. Sus sacrificios actuales se verán recompensados en sus hijos. Son proyectos a largo plazo, con premio aplazado.



Con grandes tropiezos en la primera parte del periodo (crisis del 29, dos grandes guerras) en el año 44, con la Conferencia de Bretton Woods y la creación del FMI y del Banco Mundial, empieza una fase de crecimiento continuado y creación de riqueza, son los llamados “treinta gloriosos” que terminan abruptamente en 1973 con la primera crisis del petróleo (Yom Kipur)

En esa fecha se rompen los acuerdos de Bretton Woods, EEUU ya no garantiza que sus dólares estén respaldados por oro y diamantes. El dinero queda reducido a puro papel cuya aceptación sólo se basa en la confianza del emisor, es decir, en la confianza mutua entre personas. Se emite grandes cantidades de dinero (papeles) que multiplicadas por su aumento de circulación (número de transacciones en un periodo) dan la sensación de un incremento de la riqueza en el mundo occidental (peligro de inflación).



Impactos más relevantes desde 1973

• GLOBALIZACIÓN. Creciente liberalización de los mercados con la reducción de aranceles. Libertad total a los movimientos de capitales. Cualquier ciudadano (occidental) puede tener cuentas corrientes en cualquier banco de cualquier país (occidental) y comprar acciones de cualquier empresa (occidental). El dinero fluye como nunca.



• NUEVAS TECNOLOGÍAS. Los satélites, ordenadores personales, teléfonos móviles y todos sus derivados acrecientan la sensación de la “aldea global” que M. Mc Luhan había pronosticado a comienzos de este periodo. Ya todo es inmediato, se reducen los tiempos de espera y se aumenta la eficiencia. Son los principales aliados del proceso globalizador.

• CAIDA DE LA URSS E IRRUPCIÓN DE LOS PAISES ORIENTALES. A mitad del periodo, con el desmantelamiento de la URSS, desaparece la referencia oponente para el “mundo libre”, ya sólo queda EEUU, cuya mentalidad neoliberal se extiende por el planeta. El peligro del llamado “pensamiento único” encuentra alguna resistencia en la vieja Europa apegada al estado del bienestar pero, sobre todo, en los países islámicos.

Los países del sudeste asiático, China, Indonesia, India, etc. irrumpen en las economías mundiales a medida que se flexibilizan sus férreos sistemas políticos. Disponen del mayor y eficiente capital humano del planeta.

• CRISIS DE 2007. El exceso de dinero disponible (la M3 en la jerga de los economistas), junto con la desregulación y obsolescencia de controles y, sobre todo, la supremacía de las visiones a corto plazo, inmediatas, producen el estallido de la burbuja financiera, primero en EEUU, pero rápidamente contagiada a Japón y Europa donde se extiende a toda la economía.

• (En España: democracia, Europa e incorporación masiva de la mujer en el mercado laboral)

Características del NUEVO CAPITALISMO (desde mediados de los 70 hasta la crisis actual)



• LA EMPRESA. Con la generalización de las SA (sociedades anónimas) en Europa se sigue el modelo americano de la “corporation”, institución de la que se desconoce quienes son sus dueños, que no tienen otra responsabilidad que la de aumentar el valor de sus capitales invertidos (aunque se hunda a las personas o se aniquile el planeta) y cuyos gestores son, en el fondo, unos mandados. Ahora se hace más flexible: cambio continuo de productos (ninguno debe hacerse para “toda la vida”) según lo demande el mercado y, en consecuencia, la misma variación en la plantilla de trabajo. Implantación de horarios flexibles para muchos trabajadores, incluso trabajo desde el domicilio (gracias a las nuevas tecnologías). Fragmentación de los procesos productivos: Cada uno de ellos puede localizarse en un país distinto (fabricación en China, ingeniería en la India, montaje y logística desde Indonesia y administración en Boston). La nueva empresa flexible es, en apariencia, mucho menos burocrática: desaparecen muchos formalismos (se aprecia incluso en el vestir informal), menos papeleo (se sustituye por el correo electrónico), los controles ya no están en la estructura piramidal rígida y militaroide anterior, ahora los llamados mandos intermedios apenas controlan (y mucho menos sancionan). A los empleados se les exige mayor autodisciplina en compensación a la menor burocracia. Los órganos de control se han centralizado arriba, en la cúspide de la pirámide y, desde allí dictan, ordenan y reajustan las plantillas. Puesto que muchas funciones son realizadas por empresas o autónomos externos (outsourcing) resulta cada vez más sencillo proceder a esto último.

El aparente ambiente desenfadado, informal, libre y moderno entre los trabajadores de la nueva empresa que aceptan los cambios ordenados sin cuestionarlo, que no deben preocuparse por los resultados efectivos de sus realizaciones (eso pertenece a otro departamento que lo evaluará, se dice), que no se les exige experiencia para nuevos cometidos, que desconocen su futuro cuando la actual empresa sea vendida, absorbida o fusionada con otra, pero que tienen confianza con ellos mismos y con los modos del nuevo capitalismo, ese ambiente tiene también unos rasgos diferenciadores:

• Menor conocimiento de la empresa que lo emplea. Apenas le han participado nada sobre los proyectos generales, no sabe ni quienes son los verdaderos dueños, muchas veces se entera de las grandes decisiones por la prensa u otros medios.

• Menor lealtad hacia la empresa concreta en la que se está. Se confía en el mundo de la empresa, en general, pero no se desea albergar sentimientos “pasados de moda” como la lealtad.

• Menor confianza entre compañeros en aquello que no pertenezca estrictamente al trabajo, como dudas sentimentales o de futuro, ayudas en una difícil situación personal, proyectos alternativos, situación familiar u otros. (Es habitual ver a los jóvenes con auriculares de MP3, a la ida o vuelta del trabajo)



Los componentes de las élites empresariales tejen una tupida red de contactos profesionales y financieros (el más famoso es el de Davos, pero existen muchos y muy selectivos que nunca aparecerán en los medios de comunicación). Con estas densas redes tratan de protegerse en las situaciones difíciles (además de con otros medios legales: contratos blindados, indemnizaciones inimaginables o jubilaciones inconfesables). La masa de trabajadores con su apariencia de libertad, desenfado, harta de convencionalismos y, generalmente con más talento y preparación que sus antecesores de los años 70, tienen la ilusión de configurar sus propias redes (Twiter, Linkedin, Facebook, etc.) pero sus ventajas protectoras son más que dudosas. En Europa, los llamados “colegios profesionales”, descendientes de los antiguos gremios, actuaban como efectivas redes sociales, pero su anquilosamiento y abundancia de prácticas nepóticas, los está llevando a la obsolescencia.

Hay que decir que la mayoría de empresas no presentan tan acusadas las características apuntadas, pero es innegable que la tendencia va por ahí, bajo la influencia ejemplar de las corporaciones de éxito americanas, principalmente las de los sectores de las altas finanzas, las nuevas tecnologías y las de marketing y nuevos mercados. Con respecto a la dimensión y poder de las nuevas empresas veamos un par de botones de muestra:



1. Wal Mart, cadena de grandes almacenes americana especializada en artículos de bajo coste, fabricados mayoritariamente en China, fundada en Arizona hacia mediados de los años 60, da ocupación a más de 2 millones de empleados, principalmente en EEUU y en Sudamérica, y factura más de 345.000 millones de euros (casi 8 veces más que Microsoft), es decir aproximadamente el 3% del PIB de EEUU y el 35% del PIB español. Sus beneficios superan los 12.000 millones de euros, o sea más del 3% del presupuesto general de España. Sus empleados son contratados o despedidos por millares cada día, sin ningún tipo de seguridad ni esperanza, y cada día pueden tener un destino nuevo. Naturalmente no saben de lo que venden más allá de lo impreso en el envoltorio. No pueden hacer una función intermedia entre el fabricante y el consumidor, no interpretan ni asesoran al consumidor. Éste ha de confiar en sus propios conocimientos y en las informaciones que le proporciona la moderna mercadotecnia.

Con la globalización la mayoría de empresas de más de 1.000 trabajadores son multinacionales, su poder es inmenso incluso en las grandes economías. Ya no hace falta que el capital busque lazos con los gobernantes: ellas están asumiendo el poder y dejando la autoridad para los políticos.

2. Black Rock. Se trata de uno de los mayores conglomerados de fondos de pensiones (y de todo tipo) que operan en las finanzas mundiales. Con solo 9.300 empleados mueven unos activos que (a final de 2010) ascendían a 3,65 billones de dólares, o sea unas tres veces la riqueza nacional (PIB) de España. Si se cuenta el valor de todos los activos que Black Rock administra indirectamente de sus clientes, esta cifra llega a los 10 billones de dólares.

Con todo, la principal característica de las empresas del nuevo capitalismo es, otra vez, la gestión del tiempo. El anónimo accionista quiere resultados a corto plazo, inmediatos. La mayoría no se sienten dueños de la empresa sino inversores, colocadores de sus ahorros y buscan seguridad (liquidez para desinvertir) y rentabilidad, no embarcarse en un proyecto atractivo.



• EL MERCADO DE TRABAJO. En los años 40 había dos visiones contrapuestas: para los neoliberales el mercado de trabajo es un mercado como cualquier otro (el de la fruta, los cereales, la carne, etc.): si bajan los precios aumenta la demanda. No hay paro involuntario, es un problema de exigencia de salarios demasiado altos. Por el contrario, para los keynesianos no es un mercado como los demás, pues hay unos precios (jornales) que no pueden situarse por debajo de unos niveles mínimos (subsistencia, dignidad de las personas, lugar de residencia, etc.)y, los estados deben velar por el mantenimiento y elevación de esos niveles (entre otros motivos para asegurar el consumo y, en consecuencia, la inversión). Para Keynes el aumento del empleo depende principalmente de la cartera de pedidos de las empresas. A finales del siglo XX ya nadie se atreve a citar estas ideas. Las teorías neoliberales han triunfado y el mantenimiento de salarios mínimos en algunos países se considera una rémora a combatir. Ahora se exige movilidad física (cambios en la residencia) y mental (cambios en las funciones), aprendizaje continuo de nuevas materias, productividad medida en jornadas de trabajo y no en actualización de máquinas e instalaciones (los chinos son muy productivos incluso con maquinaria antigua), menos regulaciones (desvalorización de convenios colectivos sectoriales, de contratos de trabajo, de acuerdos o normas subsidiarias, etc.)y, sobre todo, disponibilidad para ejercer trabajos de niveles inferiores para los que han sido preparados (con sus correspondientes salarios también rebajados).

Los sindicatos van perdiendo poder continuamente tanto por la acción de las corporaciones y gobiernos (en Gran Bretaña están muy mermados desde la época de M. Thatcher) como por la ola creciente de individualismo que hace confiar más en las propias estrategias que en la acción colectiva.

El trabajo a tiempo parcial se extiende con fuerza. Para el trabajador de esta clase cada empleador de una parte de su tiempo debe considerarse un “cliente”. El “autónomo” es el paradigma máximo de esta modalidad. Los antiguos compañeros de trabajo se convierten casi en competidores. Por este camino se podría llegar a la ansiada reducción general de la jornada de trabajo (tras su fracasado intento en Francia) si no fuera porque los hábitos de consumo en que han sido educados les obliga a trabajar para más empleadores, con la consiguiente prolongación de jornada.

El acceso al empleo se realiza cada vez con más retraso, se prolonga el periodo de formación y, la buena situación en general de las economías familiares, que viene de épocas de prosperidad, ayuda en este sentido. Los gobiernos insisten en la formación y en la búsqueda activa de empleo como las mejores recetas contra el paro. La realidad es que la formación sólo la desean los inmigrantes o los que proceden del medio rural. Los urbanitas desconfían de esa mayor formación: tienen demasiados ejemplos de subempleos. Además, intuyen que la nueva empresa no lo valora demasiado.

En cuanto a la búsqueda de empleo ha quedado relegada a los contactos en las redes cibernéticas y a las empresas especializadas llamadas, sin rubor, de trabajo temporal. Los estados se desentienden de esta actividad y las centrales sindicales no han sabido (o no han querido) recoger el guante. Las ayudas económicas a los desempleados están, cada vez más, en entredicho: ganan terreno los argumentos en contra. Para incentivar, dicen, la aceptación de cualquier empleo.



• LA EDUCACIÓN. Las familias han delegado la educación en las escuelas y universidades, que se ven desbordadas por la tarea, que se ve agravada, además, si tampoco se les autoriza a aplicar racionalmente el método de premio o castigo. La instrucción es cada vez más especializada e inconexa, respondiendo así a la demanda de las empresas. No se considera negativo que un estudiante de orientación técnica o científica, apenas conozca la historia de su país y, mucho menos, la de cualquier otro. Los principios de comportamiento se toman del cine o la TV, con lo que les hace muy vulnerables a las campañas propagandísticas de las grandes y poderosas instituciones (gobiernos y empresas).

El uso continuado de artilugios electrónicos e informáticos, con sus programas construidos en base a rutinas y bucles, les hace especialmente capaces para vislumbrar lo nuevo en esos temas. Esa habilidad, en cualquier faceta de la vida, es la que está pidiendo la cultura de la nueva empresa especialmente en EEUU. Se le suele llamar “capacidad potencial” y alude a la forma de personalidad que no teme enfrentarse a nuevos cometidos por desconocidos y lejanos que sean. La experiencia y lo aprendido hasta el presente deben abandonarse, han perdido todo su valor. Tan solo se requiere intuición y espontaneidad (y autodisciplina, una vez más). Se requiere individuos con imaginación que puedan romper el contexto y la estructura en un momento dado. Son los más buscados para trabajos en altas finanzas o en Silicon Valley (antes) y en Boston (ahora). Otra capacidad que se persigue en los centros de educación especializados es la llamada “inteligencia emocional” que se traduciría en la facilidad que tienen algunas personas de intuir canales de comunicación con otras desconocidas hasta ese momento. Detectan con facilidad la “química” (o feeling) en una determinada situación, saben qué hacer en cada momento. Lo novedoso de esta búsqueda de capacidades es que se basa en que deben ser naturales, congénitas, sin recurso a la sicología u otras ciencias analíticas. Falso o no, lo cierto es que la nueva educación con su cultura de chips e imágenes quiere formar individuos imaginativos, autodisciplinados, dispuestos y aptos para todo, reconcentrados en sus propias estrategias, con proyectos inmediatos, desdeñosos con el largo plazo y conformados con una gratificación inmediata como es la de trabajar en sectores punteros, en equipos líderes. La formación del carácter, el proyecto vital, la cultura extensa, la experiencia, los ideales de justicia o igualdad, son poco menos que tonterías de otros tiempos

En Europa se nota mucho la influencia de EEUU, pero en los países de Oriente hay mucha más resistencia a estos modelos aunque siempre se puede ver el dictado de las grandes empresas occidentales: en la India aprovechan la capacidad de sus habitantes para el razonamiento abstracto y fomentan la enseñanza de matemáticas y programación de software.



• LA FAMILIA. La familia se ha concentrado notablemente, tanto en el número de miembros como en sus funciones. En muchas ocasiones se reduce al puro y llano cobijo. Las conversaciones se reducen a una serie de monosílabos. Como ha dicho George Soros (el gurú de las finanzas) aunque referido a un ámbito mucho más general, “Las relaciones que los seres humanos mantenían entre sí han sido sustituidos por transacciones”.

La rotura de la familia continua considerándose un fracaso, pero con la dificultad en forjar proyectos a largo plazo en la cultura del nuevo capitalismo, muchos jóvenes optan por no abandonar la familia hasta edad tardía o, como alternativa, formar familias “unipersonales” (por muy contradictorio que esto sea, también hay sociedades “unipersonales” en la legislación de la mayoría de países). Con la globalización ha desaparecido el sentimiento de pertenencia a una tribu, clan o familia.



• EL ESTADO. Desde la quiebra en 1973 de los acuerdos de Breton Woods hasta la crisis de 2007, los estados han crecido a la par que el aumento de riqueza jamás visto. Sus bancos centrales se independizaron del poder político con la misión principal de controlar la inflación, única amenaza del exceso de dinero en circulación. Cantidades ingentes de dinero procedente de los fondos de inversión y similares (de pensiones, de ahorradores, de grandes fortunas, de “petrodólares”, de los superávits exportadores de China, de negocios inconfesables de la antigua URSS, etc.) se desparramaron por el mundo ayudado por los efectos de la globalización y las nuevas tecnologías. Fueron años de prosperidad que, incluso, albergaron esperanzas de mayor salud para el planeta: energías alternativas, ecología, medio ambiente y sostenibilidad.

Pero si los estados crecieron, las empresas e instituciones inversoras (o sea, el “mercado”) también lo hicieron como se ha visto anteriormente. En el Consenso de Washington, pensado originariamente para América Latina pero que se extendió a todos los países” libres”, se sentaron las bases para la nueva economía: dinero barato para todos a cambio de menos controles de los “mercados” por parte de los estados. El documento (noviembre de 1989) lleva el significativo título “Lo que desde Washington se entiende por políticas de reforma” y alberga las siguientes diez propuestas:

a) Compromiso con un déficit cero en los presupuestos estatales

b) El gasto público se concretará en función de su rentabilidad

c) Ampliar la base impositiva, pero reducir las cuotas a las altas fortunas

d) Tipos de interés muy bajos

e) Tipos de cambio de las monedas competitivos (según mercado)

f) Supresión de barreras aduaneras

g) Eliminación de barreras a las inversiones financieras

h) Privatización de empresas públicas

i) Desregulación de los mercados

j) Protección de la propiedad privada

Queda claro que la aplicación de esas políticas significa irremediablemente una nueva distribución del poder que pasa, en sus aspectos más sustanciosos, al mercado en su vertiente financiera, dejando la autoridad para proteger la propiedad privada, recaudar impuestos y dictar nuevas normas (que inutilicen las vigentes) a los estados.

Desde entonces y hasta la crisis de 2007 no cesaron las críticas al estado de bienestar conseguido en Europa, pero ha sido en estos últimos cinco años cuando esas críticas se han convertido en mandatos por quien detenta el verdadero poder, el “mercado”. Al principio de la crisis hubieron políticos y pensadores bienintencionados que abogaron por mayores controles y regulaciones como la desaparición de los paraísos fiscales, el establecimiento de una tasa a las transacciones financieras internacionales o la regulación de las instituciones vigilantes y correctoras del mercado (bancos centrales, FMI, agencias de calificación, organismos de coordinación de normas contables, etc.) pues se les acusaba de haber descuidado sus funciones. Ninguna de estas iniciativas ha prosperado pues contravienen los mandatos del Consenso de Washington y ésta es la única receta que el poder está dispuesto a aplicar. Cabe esperar, por tanto, un progresivo desmantelamiento del estado de bienestar en Europa (privatizaciones), un alejamiento de este modelo para los países emergentes y una mayor desigualdad para todo el mundo. En consecuencia el poder (los “mercados”) forzará a la autoridad (los estados) para que incrementen la disciplina y eviten revueltas y disturbios (muchas veces se les calificará de terrorismo), único peligro y temor de los poderosos.

CONCLUYENDO:

Con estas modernizadas instituciones, más flexibles, menos burocratizadas, con apariencias de proporcionar mayor libertad a los jóvenes (ya hay quien mide la libertad según la variedad de productos a consumir), veamos qué modelo de personalidad se propone a quienes deseen pertenecer a las élites triunfadoras:



1. Individuos con visión a MUY CORTO PLAZO. Continuos cambios en el trabajo, en la residencia, en las amistades. Facilidad para el divorcio o cambio de pareja. Desapego general. Visión CONSUMISTA de la vida.



2. Facilidad para gestionar sus habilidades, su talento, sus conocimientos para triunfar. Reciclaje continuado de su formación, incluso en materias muy dispares: de médico a ganadero, de arquitecto a fabricante de chocolate, de albañil a churrero, etc. Más que hacer una cosa muy bien, es preferible saber hacer muchas cosas (aunque no tan bien).



3. Facilidad para desprenderse del pasado. No importa tanto el curriculum, la experiencia, como las capacidades potenciales para lo que venga a continuación. No mirar atrás. Arrinconar con facilidad lo viejo para abrazar lo nuevo. (MÁS CONSUMISMO)

(Estas características deben entenderse como una tendencia que se va imponiendo en la juventud, aunque todavía no es general. Sus principales exponentes se encuentran en los campos de las nuevas tecnologías electrónicas, en las altas finanzas y en los medios de comunicación, es decir, allí donde más se han fragmentado las antiguas instituciones y han aparecido las nuevas y rabiosas empresas de la también nueva cultura capitalista)

Las nuevas generaciones, con menos miedos y temores, van a desarrollarse en un mundo globalizado donde todo es posible, en el que la historia (la experiencia) cuenta poco, con un bagaje de habilidades sobrado, en un entorno con pocas ataduras (principios éticos: los mínimos), con un motor basado casi exclusivamente en la competencia y con una gratificación inmediata centrada en más y más consumo (ya no se desea poseer sino usar; ya no se reparan máquinas, se reponen), pero con un importante déficit en capacidad explicativa sobre el sentido de sus vidas. ¿Cómo van a recomponer su película si han prescindido del tiempo? Si todo es a corto plazo, si solo importa el día a día, si han procurado olvidar las experiencias, si no han podido hacer planes de futuro, si la esencia de la sociedad de consumo es la inmediatez, forzosamente se encontrarán con dificultad para darse una explicación a sí mismo, para encontrar una finalidad que les mantenga en la brecha.

Pero, como siempre ocurre, no toda la gente va a pensar del mismo modo: quizá una mayoría no siga el modelo descrito por esta nueva cultura del capitalismo, y en ese caso se desarrollen nuevas formas intermedias de afrontar la vida, que tengan en cuenta la precariedad del planeta y no prescindan del sentido del tiempo (el artesano, por ejemplo, prefiere saber hacer una sola cosa bien hecha antes que muchas nuevas pero a medias, como los sucesivos programas de software a que nos ha acostumbrado Microsoft) El problema actual para esa mayoría es dilucidar contra quién tienen que manifestar su desobediencia (Erich Fromm nos recuerda que con la desobediencia se inicia la historia del hombre: leyenda de Adán, Eva y la manzana) puesto que el poder y la autoridad se han disociado como se ha visto más arriba.

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