Elasticidad de la demanda

En economía, cuando se habla de demanda debemos pensar en los consumidores, en aquellas cosas (bienes o servicios) que se desea adquirir. Cuando se habla de oferta hay que tener en mente a los productores, a las empresas. Como lo normal es que se tenga que pagar un precio por lo que se desea comprar, parece natural relacionar el precio con la cantidad del producto que se demande. Gráficamente esto suele representarse con la llamada curva de demanda, que puede ser individual si es para una sola persona respecto de un producto, o de mercado si se agrupan todas las curvas individuales de los consumidores de ese producto. En lo sucesivo nos referiremos siempre a estas últimas.
La forma que adoptan para la mayoría de productos es la representada en este gráfico, donde si el producto es, por ejemplo, carburante para coches, se ve (y se constata en la realidad) que para un precio P 1, más elevado que P 2, se demandará menos cantidad de gasolina que si baja el precio hasta P 2.
Según las relaciones entre precios y cantidades para ese producto, en un mercado y en un momento dado, la curva se hará más o menos cóncava, más o menos horizontal o vertical, pero siempre tendrá el extremo izquierdo, cercano a la ordenada “precio”, más alto que el extremo derecho, cercano a la abcisa de “cantidad”.
La elasticidad de la demanda es la sensibilidad de la demanda de un bien a las variaciones de su precio. Con mayor precisión, a este concepto se le llama elasticidad-precio de la demanda, para indicar que se refiere sólo a las variaciones de los precios, pero no a otros factores que también pueden influir en la demanda de un bien. Y, con mayor precisión todavía, hay que advertir que cuando se habla  de la elasticidad de la demanda de un producto se está haciendo una generalización para el lenguaje coloquial, pues se supone (falsamente) que será la misma para cualquier punto de la curva en que nos encontremos y esto no es así. No se tiene la misma sensibilidad en el tramo de la curva de precios altos que en el de precios bajos: en el primero, una variación de un 20%, por ejemplo, apenas influye en las cantidades demandadas, mientras que en el otro tramo ocurre todo lo contrario. Hablamos, pues de una especie de elasticidad media (en rigor, matemáticamente, la elasticidad en un punto se determina según la pendiente de la tangente a ese punto, es decir, por la derivada de la función en ese punto).
Pero, alguien dirá: A veces el precio no es lo más importante. ¿Qué factores inciden en la demanda de un bien, además de su precio?. Vamos a agruparlos y analizarlos con ejemplos:
    1. El precio de los bienes sustitutivos, es decir, de la competencia. Hay productos que nos parecen iguales, o muy similares, como los detergentes para lavadoras. Sea cierta o no, la opinión general es que solo cambian en el envase, la marca y, a veces, el aspeto físico de color, viscosidad, etc. pero que son igual de eficientes. Los fabricantes se esfuerzan para convencernos que su producto es único, que no tiene sustitutivos, para no verse forzados a bajar su precio cuando lo hacen los de la competencia. Hay muchos otros productos también sustitutivos, pero menos. En épocas de crisis alguien puede pensar en comprar una motocicleta para ir al trabajo en vez de sustituir su viejo coche. En ese caso y para esa persona, la motocicleta es un sustituto del coche. Si eso mismo lo piensa mucha gente, bajará la demanda de turismos y los concesionarios se verán obligados a presentar ofertas especiales que conlleven una reducción del precio. Lo mismo pasó hace tiempo con la margarina y la mantequilla, con el café y la malta torrefacta, etc. Hoy ocurre con el gasóleo y la gasolina. La influencia del precio del bien sustitutivo es directa: Si baja el precio del sustituto, bajará también la demanda del producto principal. Y, si sube el precio del sustituto se incrementará la demanda de nuestro producto,con lo que podría subir o no su precio, pero eso es otro tema.
    2. El precio de los bienes complementarios. Aquí el bien complementario es el que se suele adquirir junto con el principal: El pan y la tortilla. El coche y la gasolina. Si sube el precio de los huevos con los que se hacen las tortillas, bajará la demanda de pan para hacer bocatas. Si sube el precio de la gasolina hay que esperar un descenso en la demanda de vehículos que utilizen ese combustible. En el caso de los bienes complementarios, la influencia de su precio guarda una proporción inversa respecto a la demanda del producto principal (al contrario de lo que pasaba con los bienes sustitutivos).
    3.  El nivel de renta de los demandantes. Para la mayoría de bienes se observa que su demanda    aumenta a medida que lo hace la renta de los potenciales compradores: La demanda de viviendas, viajes, electrodomésticos, coches, etc. sube si aumenta la renta disponible de los consumidores. Los paises ricos y con pleno empleo registran una demanda elevada de todos esos artículos. Pero hay excepciones. Muchos productos básicos de gran consumo ven incrementarse su demanda cuando sube la renta, pero solo hasta cierto nivel de renta. A partir de ese nivel la demanda empieza a descender (algunos les denominan bienes inferiores). Es el caso de las patatas, el arroz, las estufas de butano y muchos otros. La curva de demanda es ahora distinta (las cantidades se señalan en el eje de ordenadas, en lugar de en el de abcisas, como es habitual).
Para una renta R 2, superior a R 1, se demanda una cantidad C 2, inferior a C 1

El caso contrario es de los bienes de lujo, en los que aumenta su demanda en la medida en que aumenta su precio, si su precio bajase no tendrían tanta demanda. La tienen porque son caros. Basta pensar con los diamantes, el caviar y muchos otros. Además su demanda suele crecer más rápido que la renta de su consumidor, precisamente por la urgencia en poseer bienes exclusivos. Estas características se representan en los dos gráficos siguientes

También se les llama bienes Veblen en honor a Thorstein Veblen, quien a comienzos del pasado siglo publicó un inteligente libro titulado Teoría de la clase ociosa, en el que se analiza y satiriza la clase social de gente no productiva. Fácil de leer y referencia obligada para entender muchos de los comportamientos actuales.
    4. Factores físicos. No cabe duda que la climatología influye en la demanda de ciertos artículos, sobre todo los llamados "de temporada" como los  refrescos, los helados, ropa de invierno y bastantes más. De la misma forma influye la latitud del pais al que nos refiramos, y la aridez o fertilidad de su suelo, por ejemplo. La demanda de calefacción en los paises tropicales suele ser muy pequeña.

    5. Factores sicológicos, sociológicos, costumbres, etc. Aunque algunos teóricos quitan importancia a estos factores porque se resisten a un análisis que no esté  basado en el comportamiento absolutamente racional del hombre (homo economicus), no hay duda que su influencia es decisiva en el mundo real. Para ellos, la publicidad no afecta a ese racional e interesado homo economicus, pero sabemos que lo cierto es exactamente lo contrario. Una moda y su propaganda hacen que se incremente notablemente la demanda de pulseras magnéticas para curar todos los dolores. Una visita del Papa relanza la demanda de rosarios y crucifijos en los paises católicos. La costumbre del té en los paises anglófilos mantiene su demanda.

Como se ve, la economía parece como cosa de sentido común expresada con algo de matemáticas para hacerla un poco más valiosa. La vedad es que a nivel básico, o de divulgación, no se necesita el lenguaje matemático para nada. Los pocos y sencillos gráficos que se adjuntan apenas sobrepasan el papel de una imagen ilustrativa. Sin embargo es cierto que cuando la economía trata de ver las interrelaciones entre muchas variables, la formulación matemática ayuda mucho a descifrarla, aunque con frecuencia produce resultados absurdos y hay que apelar, de nuevo, al sentido común. No perdamos, pues, éste y continuemos con el asunto de la elasticidad.

De acuerdo con la definición de elasticidad de la demanda que hemos visto antes, podemos ir un poco más allá y preguntarnos si hay bienes cuya demanda sea insensible a las variaciones de sus precios. Y, la respuesta es que sí, los hay. No a cambios infinitos de los precios, pero sí a cambios que suponen un incremento del 50%, o incluso del 100%, es decir, se dobla el precio y la demanda de ese bien ni lo nota. El ejemplo típico es el de la sal de cocina. Aunque en vez de un euro por kilo, costase dos o tres euros, todos esperaríamos que su demanda no cambiase. Algo similar ocurre con los productos que crean adicción (tabaco, alcohol, drogas duras, etc) aunque no en la prorción de la sal, pero sí para variaciones del 20% o más. Con los honorarios de los notarios y registradores pasa algo parecido. De esa clase de bienes (productos o servicios) se dice que tienen una demanda inelástica, que son rígidos respecto al precio. Su curva de demanda tiene una forma casi vertical paralela al eje de ordenadas (OY): Ni se compra más porque baje el precio, ni menos porque haya subido. Es el bien que a todo empresario le gustaría producir, si se obstaculizasen las importaciones y los gobiernos no se metiesen de por medio. Son bienes que tienen pocos o ningún sustitutivos y muchos complementarios. Vamos, los candidatos ideales para las prácticas monopolistas que, no hay que olvidar, constituyen el anhelo inconfesable de todo empresario. Con ese tipo de bienes, los estados tienen la obligación de garantizar la mayor competencia o intervenir en los precios para evitar abusos.

Por el contrario, si nos preguntamos si hay productos cuya demanda se anule (o casi) para pequeñas variaciones en el precio, la respuesta tambien es afirmativa. Los productos denominados de "marcas blancas" no resistirían un incremento de su precio de un 20%, por ejemplo, por encima del de sus competidores. Los bienes que tienen muchos sustitutivos y, por tanto, gran competencia, se dice que tienen una demanda muy elástica. La curva de demanda de esos bienes es una línea casi horizontal, paralela al eje de abcisas (OX). En el llamado mercado de competencia perfecta (que analizaremos en otro momento) resulta que esa es precisamente la curva de demanda con la que se enfrenta el empresario cuando empieza la fabricación de un producto. El precio es, por supuesto, el que marcan sus competidores, y él sabe que si pide un precio superior para su nuevo producto la demanda será nula, no venderá nada. Esa es la principal razón por la que el empresario trata de diferenciar su producto con una marca, un envase novedoso, un aspecto distinto, o tratando de introducirlo en una zona o sector en el que haya menos productos sustitutivos, menos competencia inicial. El empresario siempre trata de saber cual es la curva de demanda de su producto y para ello confecciona o encarga los llamados estudios de mercado.

ADVERTENCIA FINAL: Estas notas tratan de divulgar la economía para no economistas y, por tanto tienen un aspecto bastante serio. Si fuesen redactadas para economistas, algunos podrían considerarlas como bufonadas, pues ya se sabe que cuando se juntan tres economistas hay, por lo menos, cuatro opiniones.









Comentarios

Anónimo ha dicho que…
MUCHAS GRACIAS LA INFORMACION ESTA MUY BIEN DETALLADA ME HA SERVIDO DE MUCHA AYUDA HASTA PRONTO!

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